Cuando ya lograste mucho... pero no sientes mucho
“La verdad me da vergüenza decir que no tengo sueños.”
Eso dijo una clienta en una de nuestras llamadas grupales.
Lleva ya más de un mes en este camino, y cada vez que hablamos de sueños, deseos del corazón o visiones… ella se bloquea.
“Probablemente hace mucho que no me permito soñar.”
Estamos hablando de una mujer que ya ha cumplido mucho de lo que quería. Muy capaz, preparada, sensible.
Con una familia amorosa y una carrera profesional y negocio que le gustan... Pero en algún momento dejó de soñar y de disfrutar realmente. Y le da vergüenza admitirlo.
Porque sí lo intenta.
Ella intenta sentir esos “deseos del corazón”, y no lo logra.
Sí sabe que hay cosas que le gustaría que sucedieran, pero las tiene solo en el plano mental.
Y más que ilusión, le generan cansancio y preocupación.
¿Hay algo mal? No. Le pasa a muchísimas.
Ya no hay energía verdadera para ir por sueños grandes… porque ya no ven ni sienten esos sueños.
Y lo entiendo. Porque, por supuesto, yo también he estado ahí.
Adormecida a la vida.
A mis verdaderos deseos.
Preguntándome si hay algo mal conmigo.
Y buscando —sin darme cuenta de que lo estaba haciendo— alguna sensación de emoción real, de ilusión, de alivio.
Cuando el cuerpo se acostumbra a la tensión y a la contracción, cuesta mucho sentir.
Y si no logras sentir tu cuerpo es muy difícil saber lo que realmente quieres.
El corazón se cierra y se protege (y no, no es solo algo energético, es somático).
He sido testigo muchas veces del agobio, incluso desesperanza que da intentar sentir tu corazón… y no sentir nada.
Insensibilidad. Vacío. Adormecimiento.
Es muy difícil darte cuenta de que llevas años PENSANDO lo que quieres… y no SINTIENDO lo que quieres.
Es muy difícil darte cuenta de que no ves el futuro con ilusión y energía desde hace mucho tiempo, pero que tampoco tu presente te emociona, a pesar de ya tener mucho de lo quieres.
Ella es una mujer sensible. El mundo y los otros realmente le importan.
A la que el mundo y los demás realmente le importan.
Generosa. Amorosa. Con un trabajo que le da propósito.
Pero por dentro, hay insensibilidad, desconexión y dureza.
Y es esa dureza la que no le permite ni sentir sus verdaderos sueños grandes, ni recibir todo lo que ya es,
todo lo que ya ha creado,
y toda la belleza que la rodea.
Y darte cuenta de eso… duele.
Porque, claro que quisieras que fuera diferente.
Pero no sabes cómo llegar ahí porque no es mental.
Nuestros mecanismos de protección no se “controlan” con la cabeza.
No se quitan al hablar de ellos.
Ni "sabiendo" diferente.
Ni con bonitas intenciones o afirmaciones.
“Mar, ¿cómo le hago? Sí quiero sentir, pero no puedo. No sé cómo.”
Aquí parte de lo que le contesté:
1. La vergüenza solo mantiene la protección y la insensibilidad.
Vale la pena nombrarla y transformarla en compasión.
Estás aquí para eso. Por eso lo que hacemos aquí, en este espacio, es una verdadera maestría de vida.
2. Darte cuenta de que no sientes… ya es empezar a sentir.
Antes de poder sentir la suavidad, vas a necesitar sentir la dureza, la insensibilidad y todo lo que la rodea.
Eso es lo que va deshielando.
No es inmediato.
Requiere constancia, paciencia y devoción a tu proceso.
Y estar presente a la belleza que nos rodea, también dentro del caos. También dentro del dolor.
3. El proceso de quitar capas (muchas de las cuales ni siquiera son tuyas) para abrir el corazón es eso: un proceso.
Requiere compañía, permiso, guía. Requiere compañía, permiso, guía. Es natural que no puedas hacerlo sola. Eres una mujer inteligente, obvio entiendes y sabes, si lo pudieras hacer sola ya lo hubieras hecho.
4. La vida te va guiando hacia esas experiencias que te abren más hacia ti misma.
Para ayudarte a crear más intimidad contigo y con la vida.
Te trajo aquí.
Tú ya te elegiste.
Tu corazón te está esperando.
Sé muy bien lo solitario que es no poder recibir ni disfrutar tu vida.
Sé muy bien lo que es tener un corazón cerrado.
Sé muy bien lo que es tener un miedo subconsciente a soñar, que bloquea posibilidades y que nos hace vivir una vida que, aunque se ve bonita… se siente vacía.
Y también sé cómo se siente deshielarse. Desapretarse. Irse abriendo poco a poco.
Lo he vivido. Lo sigo viviendo.
Y he visto cómo corazones se van abriendo ante mis propios ojos, mientras siento la piel de gallina y el corazón enternecido al ser testigo de cómo una mujer vuelve a soñar — o sueña en grande quizá por primera vez en su vida— y empieza a recibir su vida con suavidad, con ilusión y con una gratitud que ya no es pensada, sino sentida.
Vale toda la pena elegir ese camino.
Porque la expansión verdadera no se trata solo de lograr más, sino de poder sentir más tu vida.
Ese es el #másymásbonito.
Y yo estoy aquí para eso.
Acompañar a otras a hacerlo sí es mi superpoder y mi medicina.
Por mí. Y por muchas otras.